En plena era de lo digital, lo electrónico y lo inmediato, la fotografía no podía ser menos. Un escaparate más donde competir, donde sentirte por unas horas, unos días o incluso algunas semanas alguien «importante». Una alimentación de nuestro ego. Algo que nos viene dado por naturaleza, por pura vanidad.

Hoy día basta con darse una vuelta por Internet y sugerir una búsqueda con los términos «concursos fotografía», en sus diferentes versiones idiomáticas, para obtener un buen puñado de opciones. Hasta hay sitios web dedicados en exclusiva a aglutinar toda esa información para un acceso más rápido.

Cabe diferenciar entre varios tipos de concursos: Los hay con fines conservacionistas de lo natural, que son promovidos por asociaciones u organismos públicos; encontramos otros que tratan de buscar el talento emergente o asentar lo conocido con ciertos tintes de negocio; y por último están los meramente concevidos como máquinas de hacer dinero. Algunos de estos últimos mueven buenos montantes económicos con cada nueva edición.

No nos engañemos a nosotros mismos, seamos sinceros y admitamos saber a lo que jugamos. Nos mueve nuestra propia vanidad. No es nada malo si nos lo tomanos como lo que es, una lotería en la que todos jugamos y a pocos les toca.

Quizás una de las cosas más importantes de estos eventos sea la posibilidad de conocer gente con nuestras mismas motivaciones, aficiones, modos de ver la vida…Yo me quedo con eso.