{"id":1876,"date":"2013-07-31T17:37:51","date_gmt":"2013-07-31T17:37:51","guid":{"rendered":"http:\/\/portfolionatural.com\/blog\/?p=1876"},"modified":"2013-07-31T17:37:51","modified_gmt":"2013-07-31T17:37:51","slug":"walkabout","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/portfolionatural.com\/blog\/sin-categoria\/walkabout","title":{"rendered":"Walkabout"},"content":{"rendered":"
<\/a>Noviembre 1929. Hac\u00eda varias semanas que no ca\u00eda ni una gota de agua, as\u00ed que me tomar\u00e9 esta inesperada lluvia como un buen presagio, aunque yo siempre he preferido los d\u00edas secos para ir de caza, esos d\u00edas en los que los animales se disputan las pocas charcas que agonizan sobre la abrasadora superficie del desierto y se agrupan para compartir la sombra de alg\u00fan eucalipto. Es mi \u00faltimo d\u00eda alejado de los maternales brazos de la tribu, hace ya varios meses que se apag\u00f3 el eco de los c\u00e1nticos que me empujaron a iniciar este viaje y ya ma\u00f1ana, con los primeros rayos de sol, recibir\u00e9 de nuevo el sonido de las voces que anuncien mi vuelta a la aldea. Esta ma\u00f1ana provoqu\u00e9 una densa columna de humo blanco para advertir de mi regreso.<\/p>\n Regueros de agua te\u00f1ida de rojo intenso resbalan por los m\u00e1rgenes del camino. El aire cargado, el olor a tierra mojada y las nubes que dejan pasar algunos d\u00e9biles rayos de luz han creado una atm\u00f3sfera tan apacible como extra\u00f1a. Ya hab\u00eda pasado por este lugar cientos de veces, pero nunca solo, nunca en silencio, nunca buscando en mi interior el momento exacto en el que los abuelos de mis abuelos describieron en sus primeras estrofas de la canci\u00f3n, en su peque\u00f1o trayecto dentro del peregrinaje de su pueblo, las siluetas de estos \u00e1rboles de aspecto arcaico que adornan el paisaje, nunca intentando averiguar en qu\u00e9 se inspiraron para inventar los nombres de todas aquellas cosas que ve\u00edan por primera vez, nunca con la responsabilidad de acertar a interpretar sin ayuda de nadie los sutiles mensajes que me env\u00eda la tierra y que me han guiado durante los \u00faltimos meses en la b\u00fasqueda de mis ra\u00edces, de mi v\u00ednculo con este lugar al que pertenezco.<\/p>\n Por cierto, creo que no me he presentado, me llamo Munatji Napanangka, de los Pintubi de las ancestrales tierras del Territorio del Norte. Hace seis meses que cumpl\u00ed 15 a\u00f1os y como ya hicieron mis hermanos mayores, mis primos y t\u00edos, mi padre, mis abuelos y cada uno de los hombres desde que el primer Pintubi fuera engendrado por la gran Serpiente Arco Iris y comenzar\u00e1 a cantar las primeras estrofas de nuestra canci\u00f3n, inici\u00e9 mi walkabout<\/i>, mi conversi\u00f3n en adulto, mi demostraci\u00f3n de que cuando vuelva a la aldea estar\u00e9 preparado para proveer a la comunidad de abundante caza, para construir un refugio que d\u00e9 cobijo a una familia, para respetar las decisiones del consejo de ancianos de la tribu y, c\u00f3mo no, para elegir una esposa.<\/p>\n Ahora los Pintubi vivimos en la aldea de Kintore (Walungurru), en los m\u00e1rgenes orientales del Desierto de Gibson, pero mis abuelos me contaron que los primeros seres humanos que pisaron esta tierra eran n\u00f3madas, que no permanec\u00edan demasiado tiempo en el mismo lugar para no da\u00f1ar el manto que vest\u00eda a la Madre Tierra, que viajaban empujados por el soplo de una suave brisa que se levantaba cuando el sol abr\u00eda sus ojos, me contaron tambi\u00e9n que estos primeros Pintubi cantaban describiendo cualquier cosa que observaban en el camino y que, al final de su existencia, completada su estrofa, cada l\u00ednea reflejaba un peque\u00f1o trayecto en su recorrido y una etapa de su vida. A partir de ma\u00f1ana, ya como adulto, continuar\u00e9 la canci\u00f3n de mi pueblo con mi propia estrofa, y as\u00ed como yo aprend\u00ed las de mis ancestros y las cant\u00e9 durante mi walkabout<\/i> buscando el camino que recorrieron a lo largo de los a\u00f1os, mis hijos aprender\u00e1n mi estrofa y sus almas quedar\u00e1n para siempre unidas a este lugar, nuestro lugar.<\/p>\n Dentro de cada familia, las canciones unen generaci\u00f3n con generaci\u00f3n creando un profundo v\u00ednculo entre cada uno de nosotros y nuestros m\u00e1s lejanos predecesores, aquellos que comenzaron a caminar siguiendo el rastro de cada \u00e1rbol, cada roca y cada r\u00edo. Los lugares que tuvieron una importancia especial en el largo periplo de alguno de ellos, ser\u00e1n ahora los lugares sagrados a los que acudir\u00e9 cada vez que deba agradecer la generosidad y la pureza de la Madre Tierra. Dentro de alg\u00fan tiempo, al final de mi existencia, cuando termine mi propia estrofa, mi esp\u00edritu tambi\u00e9n volver\u00e1 a la naturaleza en forma de s\u00edmbolos m\u00edsticos y de detalles invisibles en esos templos naturales que todav\u00eda no conozco pero que formar\u00e1n parte de mi vida y que mis hijos buscar\u00e1n durante su walkabout<\/i> para garantizar su conexi\u00f3n con el entorno al que pertenecen. En estos \u00faltimos meses he podido encontrar y recorrer muchos de los lugares que se describen en algunos fragmentos de la canci\u00f3n de mi pueblo. Pas\u00e9 cerca del ca\u00f1\u00f3n de Tjakamara, aunque no llegu\u00e9 a verlo. Las mujeres acuden all\u00ed para dar a luz, es un lugar prohibido para los hombres de la tribu. Escuch\u00e9 a los \u00e1rboles de la miel. Dorm\u00ed un par de noches en lo alto de los Katakata Hills, me sent\u00ed diminuto rodeado de aquel esplendor ins\u00f3lito, el cielo se elevaba formando un arco gigantesco encima, cuanto mayor era la distancia, m\u00e1s profundo el color. Cant\u00e9 la parte de nuestra canci\u00f3n que describe un cielo estrellado, cada estrella corresponde a un sue\u00f1o y todas las cosas sue\u00f1an en la tierra de los Pintubi, los \u00e1rboles, los wallabies, los r\u00edos, … Uno de los ancianos de la tribu que estuvo una vez en una ciudad nos dijo que no hab\u00eda visto estrellas porque en la tierra del hombre blanco no hab\u00edan aprendido a so\u00f1ar, por eso la gente estaba triste y no miraban nunca al cielo.<\/p>\n Esta \u00faltima noche la pasar\u00e9 cerca de uno de los pozos de agua que el hombre blanco construy\u00f3 para saciar la sed de los reba\u00f1os que recorr\u00edan de norte a sur la llamada ruta del ganado. Cuando era m\u00e1s peque\u00f1o, los ancianos de la tribu insist\u00edan en que deb\u00eda siempre evitar acercarme a los asentamientos de aquellos que \u201chac\u00edan da\u00f1o a la tierra\u201d y me contaron que algunos hombres de nuestro pueblo decidieron renunciar a sus tradiciones y se marcharon atra\u00eddos por las suntuosidades de los white fellas<\/i>. Casi todos acabaron malviviendo en reservas, ofreci\u00e9ndose como rastreadores a cambio de unas cuantas botellas de licor. Me contaron tambi\u00e9n que el \u00faltimo grupo de blancos que se adentr\u00f3 en nuestro territorio abandon\u00f3 sus planes de iniciar prospecciones mineras y volvieron hacia el norte. Uno de ellos escribi\u00f3 en su diario: \u201cEn este lugar no hay absolutamente nada, \u00fanicamente una amarga e insoportable sensaci\u00f3n de vac\u00edo y soledad\u201d. Nosotros nos alegramos de que se fueran, pero es incre\u00edble que pensaran de esa manera, deb\u00edan estar totalmente ciegos.<\/p>\n Miguel Puche<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Noviembre 1929. Hac\u00eda varias semanas que no ca\u00eda ni una gota de agua, as\u00ed que me tomar\u00e9 esta inesperada lluvia como un buen presagio, aunque yo siempre he preferido los d\u00edas secos para ir de caza, esos d\u00edas en los … Sigue leyendo