No hablamos de la película de Almodóvar ni del clásico tango de Carlos Gardel. Me refiero a volver a esos lugares en los que ya hemos estado porque si lo pensamos bien, realmente no hemos estado del todo.
1. Noviembre en los Dolomitas italianos. Colfosco, valle de Alta Badia
La simplificación forma parte de la forma en que percibimos nuestro mundo y cómo nos relacionarnos con él y tomamos decisiones todos los días. Si estuvimos un fin de semana en París con un tiempo estupendo, cuando alguien nos diga que en París llueve la mayor parte del año, pensaremos «pues yo estuve un fin de semana y me hizo sol todo el tiempo». Como si eso bastara para cambiar la estadística. Valoramos más la experiencia personal o lo que nos cuenta el vecino que los hechos.
Y es un hecho que un viaje fotográfico, aunque sea de varias semanas, solamente permite rascar un poco en la superficie. Por lo general no permanecemos más de unos pocos días en el mismo lugar, y nos puede el ansia de ver más y la esperanza de que lo que hay detrás de la siguiente curva en la carretera es mejor que lo que tenemos delante. Si a esto unimos la simplificación antes comentada, podemos pensar que si hemos pasado por un lugar ya lo conocemos y conocemos todas las posibilidades fotográficas que tiene.
2. Noviembre en los Dolomitas italianos. Colfosco, valle de Alta Badia
¿Para qué volver a esa playa escocesa si ya estuvimos aquella vez, y nos trajimos un par de buenas fotos? Pues porque si volvemos una segunda vez la luz y el cielo serán tal vez diferentes, habrá una marea distinta y nuestra disposición y motivación también habrán cambiado. Como ya hicimos las fotos obvias la primera vez, buscaremos algo distinto y más personal. Cuando volvamos la tercera vez miraremos en el mapa y descubriremos un sendero al final de la playa que nos lleva a una laguna tras aquella colina. La cuarta vez nos toparemos con otro fotógrafo que nos va a contar que en bajamar se forman esos árboles en la arena o que a cierta hora el sol incide iluminando de un modo especial la espuma de las olas que rompen en esas rocas. Y para eso tendremos que volver una quinta o una sexta vez.
Cuanto más viaja uno, más descubre lo pequeño que es el trozo de mundo de conoce. Cuando además descubrimos que cada lugar es a la vez muchos lugares, el planeta se nos hace infinito.