Cada estación parece asociarse de forma inevitable a un color. Ese color la representa y la evoca. Seguramente pensar en el otoño nos haga imaginar una delicada paleta de ocres, amarillos y rojos. Cada hoja que sobrevuela la arboleda, cada haya y cada roble, cada sendero alfombrado, nos alumbra con sus luces doradas.
Y por último el agua, siempre presente, en los arroyos, en la niebla, y en la lluvia que empapa los elementos y satura sus colores como si iluminara su interior.

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La calidez del color contrasta con el frío que comienza, con el invierno que se asoma. Los arboles se desnudan con rapidez, desafiando al fotógrafo a captar su momento efímero. Ninguna estación es tan exigente. Ni tan caprichosa. Ni tan deseada.
Deseamos que el otoño os haya obsequiado con momentos únicos y la inspiración para captarlos. Que nadie se sienta decepcionado si no ha sido así. La magia de las estaciones nunca se detiene
