Uno de los factores que hacen que una imagen resulte atractiva es su singularidad. Cuando vemos algo nuevo, diferente nos atrae, nos interesa. Como fotógrafos de naturaleza tratamos de encontrar visiones y puntos de vista diferentes persiguiendo esto mismo. En ese camino exploramos la creatividad y las galerías de los miembros de Portfolio Natural son buen ejemplo de ello.
Pero hay ocasiones que esa “singularidad” nos viene dada. La naturaleza es un gran artista que no se cansa de asombrarnos con un derroche de imaginación que no tiene fin. En ocasiones avisa de que va ha mostrar algo nuevo, en otras lo hace por sorpresa. Pero en la mayoría de los casos sólo lo intuye. Te dice “si te animas igual te sorprendo”. Y hay es donde gana valor una virtud imprescindible en el fotógrafo de naturaleza. Gallen Rowell lo llamaba “el tamaño de la rata”. Es esa carcoma en el estómago que te hace salir a horas intempestivas de la mañana, que te hace estar toda la noche en vela en vez de estar a gusto en tu casa, que te hace escaparte a no se sabe muy bien qué, con la esperanza de que la grandiosidad de la naturaleza te muestre todo su esplendor.
Hace unos meses se dio un hecho muy extraño en nuestras latitudes. Una tormenta solar desató tal derroche que se vieron auroras boreales a lo largo de toda la península e incluso en las islas Canarias. En mi caso me encontraba con una rotura de fibras en el gemelo, así que mi cabeza le dijo a “mi rata” que se quedara tranquilita, pero no fue fácil. Por todos lados nos llegaban imágenes de compañeros disfrutando de ese fenómeno. Lo bueno es que gracias a lo que compartían, los que no salimos, pudimos disfrutar un poco de todo aquello.
Hace unos días empezó el mismo runrún. Predicciones de que podía volver a pasar y, claro, todos los contactos fotográficos preguntándonos unos a otros que posibilidades había. En mi caso lo tenía claro. No quería perderme la posibilidad de verlo en directo. Las fotos desde casa ya las había visto, ahora quería descubrir la sensación de poder ver algo en casa que solo había podido disfrutar en mis viajes al norte. Si conseguía fotos o no era algo secundario (bueno, ya sabéis como somos los fotógrafos, si te traes algo, mejor) pero quería verlo. En mi zona daban bastantes nubes, pero a una hora tenía la costa Quebrada, un paraíso fotográfico y que además conozco perfectamente.
Cuando llegué allí no me sorprendió ver a muchos fotógrafos en los sitios clásicos, pero que más daba, lo importante era verlo. Busqué mi hueco y empecé a trabajar. Si mirabas al cielo no se veía nada especial, pero cuando disparabas la cámara el sensor recogía unos tonos rojizos en el cielo que para mi ya eran un triunfo.
Poco a poco el sitio se fue despejando y cada vez éramos menos los que aguantábamos allí. Pero, ¿a que esperábamos? Complicado saberlo, jeje. Pero esperábamos. Y entonces pasó. Un fogonazo de color inundó todo el cielo y ya no hacía mirar la cámara para ver todo el cielo rojo. Repetí varios encuadres que ya había hecho antes, y me llevé en la tarjeta buenas capturas del momento, aunque lo mejor fue estar frente a frente ante algo que unos meses antes parecía imposible. Así de limitada es nuestra visión del universo.
Esta es mi historia, pero hay muchas más. Diversos compañeros del colectivo sintieron la misma llamada y, de hecho, algunos hablamos antes de salir para saber cual era nuestro plan. Imanol Zubiaurre decidió probar en el País Vasco y a pesar de la predicción de nubes consiguió varias tomas originales, trabajando con localizaciones no reconocibles o icónicas, y consiguiendo imágenes muy sugerentes. José A. Porras, desde su quería Ibiza, capturó ese momento álgido donde se apreciaban columnas de luz en el horizonte. Juan Pixelecta, tenía el mismo problema que yo. En la Montaña Palentina estaba nublado, así que se fue a tierra de campos y trabajó su hábil mirada para retratar ese momento.
Imágenes tomadas por Imanol Zubiaurre en Gipuzkoa.
Imágenes tomadas por José A. Porras en Ibiza.
Imágenes tomadas por Juan Pixelecta en tierra de campos, Palencia.
Como ya os he contado yo me decidí por Costa Quebrada. Allí también se acercó Rodrigo Nuñez Buj. En su caso también tenía una hora de coche, pero desde Asturias. Muy curioso coincidir por primera vez con un compañero en un momento así. El, además, infatigable siguió trabajando y buscando y a la vuelta a Asturias se recorrió varias playas del lugar capturando el momento. Y como no, allí también estaba, Juan Cuetos, pero el jugaba en casa. Muy curioso ver como de un mismo lugar pudimos traernos cosas muy diferentes.
Imágenes tomadas por Rodrigo Nuñez Buj en Asturias.
Imágenes tomadas por Juan Cuetos en Costa Quebrada, Cantabria.
Al día siguiente las redes se llenaron de imágenes de ese momento y estoy seguro de que a muchos les pasó como a mi la vez anterior. El “tamaño de la rata” es juguetón y no hay certezas. Muchas veces sales y la “posibilidad” se queda en nada. No hay reglas, y creo que eso es lo maravilloso de estas cosas. El premio de la vivencia tras la incertidumbre. Sólo puedo felicitar a todos los que se animaron a salir por el momento disfrutado, y por el registro tan variado de algo tan singular. Y sólo puedo animar a los que por una o por otra razón no pudieron salir a que escuchen más a ese hormigueo que les sale en el estómago. Al final de esta vida solo nos llevamos las vivencias, los momentos compartidos.
Me gusta. Las fotos son muy guapas. Un abrazo