Estos días de confinamiento en los que desde nuestra ventana vemos una limpieza inusual en los cielos o ese verdor estacional estallar en los parques cercanos, hace que el deseo de perdernos por un bosque sea una imperiosa necesidad.
BOSQUE DE BELAUSTEGUI
Necesidad de dar pasos que calen hasta las rodillas, necesidad de un frío tolerable envuelto en un silencio atemorizador, de olores a madera descompuesta donde se agarran las setas, necesidad pues de esos árboles que no pueden escapar de ser retratados por nuestra cámara. Pero esta primavera no, esta vez nos la perdemos todos mientras la vida vegetal descansará de nuestra presencia.
BOSQUE DE OTZARRETA
BOSQUE DE OTZARRETA
Echaremos en falta bosques navarros como el de Urbasa, donde las caprichosas rocas aparecen repentinas, pareciendo seres vivientes enmascarados entre las nieblas. Echaremos en falta aquellos bosques vascos de Belaustegui, Uguna o Albertia, que son ahora mismo vergeles exentos de fotógrafos, seteros o excursionistas. Bosques donde el musgo se acrecienta en la superficie de los árboles caídos, cementerio vegetal que cada año se acrecienta en número y extensión.
BOSQUE ENCANTADO DE URBASA
BOSQUE ENCANTADO DE URBASA
O echar en falta los bosques bañados de humedad como los de mi querida Montaña Palentina, en donde el verde intenso de las hojas recién nacidas, dejan pasar la claridad como si tuvieran luz propia, para iluminar los lirones que pintan el suelo de estrellas amarillas. Donde los señores Tejos, esos dinosaurios vivientes de madera, disfrutan otra primavera más de las mil ya vividas.
MONTAÑA PALENTINA
No hay nada como adentrarse en un escenario silencioso, donde los pulmones se empapan de un frescor puro que te humedece hasta el alma.
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