Llega un momento en las localizaciones que suelo frecuentar ya no me llenan o simplemente me aburren, porque los he terminado de exprimir (no acabo de ver cosas nuevas) o porque termino dando vueltas a las mismas ideas. Salida tras salida que volvemos con el mismo tipo de fotos.
A veces, es necesario dejar reposar una localización o una idea durante un largo periodo: me pasó con las hayas trasmochas en días de niebla, con la fotografía de costa. Hice una pausa bastante larga en la que empecé a buscar otras cosas en la fotografía. Seguía yendo a dar largos paseos por el bosque, pero sin la cámara en mano. Y, hasta que encontré algo que más para aportar a las mismas localizaciones, no cargué con la cámara. Volví con ganas (igual se acercaban más a ansias que a ganas), en el momento en el que nos dejaron salir tras la pandemia. Me di cuenta de que lo que me aportaba era algo más que la fotografía en sí, algo más que dar un paseo por el bosque.
Cuando llego a ese punto, en el que la inspiración se esfuma, una de las cosas que hago para romper el bloqueo creativo en la fotografía es explorar nuevos sitios y localizaciones. Una nueva localización no siempre implica que ese sitio no haya sido fotografiado antes, puede ser que solo hayas visto del lugar un par de capturas y que te hayan inspirado algo. No es lo mismo lo que me inspira al ver una foto de, por ejemplo, Vestrahorn en Islandia, el hayedo de Otzarreta (sitios al que les he visto tropecientas fotos) o una pequeña zona de costa de las que, por ejemplo, muestra un punto de vista interesante (una idea) o un detalle al que le veo potencial. Para eso miro las localizaciones que he ido apuntando durante años, ya sea porque me ha llamado la atención alguna foto del lugar, cosas que he visto mientras conducía o porque me ha parecido interesante desde las vistas aéreas (esta intuición de sitios con potencial viene de haber metido muchas horas trasteando con el GoogleEarth).
La elección del destino para nuestras escapadas depende en gran medida de la época del año. A medida que realizamos más salidas a lo largo de las estaciones, vamos descubriendo qué lugares funcionan mejor en cada mes. Explorar un bosque en verano es diferente a hacerlo en invierno. En esta última estación, la falta de hojas permite ver más lejos, y los helechos y zarzas suelen estar tumbados en el suelo, algo que no ocurre en las demás estaciones. Aunque esto nos exige un mayor ejercicio mental al imaginar la posible foto, también facilita la identificación de localizaciones interesantes.
Una estrategia útil es geolocalizar las localizaciones con una foto (ubicación GPS del móvil activada) y archivar en una carpeta aparte para que no se vayan perdiendo entre el montón que hacemos.
Cada imagen se convierte en un recordatorio de esos lugares especiales, y nos permite regresar en futuras salidas.
Cuando tengo un rato libre, una tarde o una mañana, suelo mirar alguna zona que no haya visitado aún, calculo el tiempo que tengo, el trayecto en coche, más o menos el recorrido a pie y lo sobrante será para merodear por la zona. A veces, el sitio no dará más de sí que un árbol, una roca, un punto de vista; otras veces, nos descubrirá un lugar para muchas salidas; y otras veces, lo descartaremos como localización fotográfica, pero nos habrá servido para dar un paseo, hacer un poco de ejercicio, pasar un rato en la naturaleza.
Dicho esto, la próxima vez que tengas un rato libre, te animo a explorar. Haz un repaso mental a los sitios que tienes pendiente, sitios que, tal vez, puedan aportarte algo o simplemente por el simple placer de explorar. Lugares cercanos para volver cuando las condiciones sean mejores y practicar fotografía de km 0.