Mucho antes de que la fotografía se apoderara de mi vida disfrutaba visitando museos. Contemplar los paisajes imaginados por los autores me llenaba mucho más que una buena película. ¡Que también! Hay ciertas películas que marcaron mi cultura visual.
Bodegones, retratos, paisajes. No tenía una temática preferida, pero si tenía algo claro. Los artistas de verdad eran esos autores clásicos, maestros del pincel, que eran capaces de plasmar sobre el lienzo las formas y los lugares, la luz y la oscuridad. Su maestría transformaba el cuadro en una ventana hacía un universo lleno de detalles que descubrir.
En ese momento mi opinión sobre los pintores abstractos era totalmente clara. Si, la pintura puede ser muy bonita, pero “eso lo puede hacer cualquiera”. Cuatro trazos mal puestos no podían compararse con la destreza de Rembrandt. No había discusión. Bueno, si. Las evidencias estaban ahí. Ver un cuadro de Miró era algo parecido a un éxtasis. ¿cómo podía ser que cuatro trazos sencillos llegarán a tener tanto impacto? ¿cómo unas líneas, círculos y un color tan básico eran capaces de despertar tantas emociones?
Con el tiempo, ese plus que le daba a “la maestría con el pincel” fue diluyéndose. No es que no lo aprecie, sigo emocionándome con cuadros hiperrealistas como los de Lazkano. Un buen ejemplo podría ser la obra de Turner. Yo disfruto tanto con sus primeras obras, instaladas en el tradicional paisajismo inglés, como de su trabajo posterior, donde fue un avanzado del impresionismo y del arte abstracto.
Grandes artistas “virtuosos del pincel” decidieron abandonar ese realismo. Dejaron que unas líneas, unos esbozos tomaran posesión de su labor creativa. Con el tiempo dos grandes preguntas han estado constantemente a mi lado. ¿por qué alguien con ese “talento” lo deja a un lado para “pintar peor”? ¿Por qué estos cuadros en los que la realidad se distorsiona, se oculta o se disfraza me resultan tan atractivos?
En mi propio proceso fotográfico estas respuestas se han ido respondiendo ellas solas. La fotografía parece un arte donde la realidad es la gran protagonista. Un simple agujero que plasma la luz que nos devuelve el paisaje. En ocasiones, reflejar ese “cuadro” requieres de cierta destreza. Nosotros no tenemos pinceles, pero el trabajo con los filtros y demás habilidades fotográficas requieren de algo similar a lo que llamábamos “destreza con el pincel”. Yo disfruto con ello. Los que me conocen saben que no hago blending ni nada similar, así que conseguir captar la luz y acotar el rango dinámico de una escena. Trabajar con el movimiento justo de agua o cualquier otra intervención en el momento de la captura me motivan por su propia dificultad. El reto de conseguirlo. De plasmar la belleza que tenemos delante.
Me imagino que esos pintores, cuando veían sus cuadros y la reacción de la gente ante ellos se sentirán igual. No hay duda que ese reto es una de mis grandes motivaciones. Llegar a un sitio y ver si soy capaz de plasmar lo que la naturaleza me está ofreciendo. Pero, incluso cuando realizo este tipo de fotografía más realista mi gran motivación es transmitir emociones. Plasmar en la fotografía lo que el paisaje me está contando. Retratar más el sentimiento del lugar o del momento que este en si mismo.
Una de las grandes herramientas para transmitir emociones en un paisaje “realista” es trabajar con la percepción de los elementos visuales, con las proporciones, patrones o colores que podemos encontrar en la naturaleza. De esta manera, en ocasiones sin querer, nos vamos adentrando en una representación de la naturaleza cada vez más abstracta.
Con el tiempo he ido alternando estos trabajos más realistas con otros más abstractos. Para estos segundos, podemos usar técnicas pictóricas. Los movimientos de cámara, el uso de vaselina o de lentes especiales, e incluso un simple desenfoque nos ofrecen una variedad infinita de mostrar un mundo en el que solo importa el color y la forma. Un caudal abierto a los estímulos visuales sin las restricciones de la realidad.
Yo disfruto mucho en este aspecto. Es volver a ser un niño y poder, simplemente, jugar. Aunque en ocasiones el empleo de estas técnicas puede llegar a ser una habilidad más. Una nueva destreza del autor. Otra vuelta a “la destreza con el pincel”. Por ello me gusta perderme en otro tipo de abstracción. En ella mostramos una fotografía extremadamente sencilla de realizar. La dificultad está en abstraer un pequeño entorno donde la realidad, aun estando ahí, deja de tener importancia y deja paso a ese juego de líneas, texturas y colores.
En estas imágenes se junta el poder de la abstracción. Ese canal directo a las emociones, pero, además, tiene otro punto donde el espectador trata de identificar lo que está viendo. Un punto de misterio que estimula su atención y le hace más receptivo a la emoción.
Muy interesante lectura, Javier.
Parece que el camino fotográfico que vamos recorriendo, en especial los fotógrafos de la naturaleza, lleva irremediablemente a pasar por ese punto que narras.
Una excelente descripción del proceso hacia la abstracción.
Soy bastante nueva en este vuestro espacio, aunque ya voy reconociendo vuestros nombres por haberlos escuchado cientos de veces entre las personas con las que comparto este maravilloso mundo de la fotografía. Llevo varios libros de referencia donde os encuentro y disfruto del aprendizaje que me aportan. Me ha encantado leer este «proceso» en el que, casi sin proponérmelo me estoy viendo inmersa. Gracias por compartirlo, gracias por vuestra profesionalidad y por la creatividad que respiráis. Un saludo