Al César lo que es del César …

Estamos en el mundo de la imagen, sometidos a un bombardeo visual continuo y generalizado. Estamos hartos de ver imágenes impresionantes en la televisión, en libros, en revistas, en vallas publicitarias, en power points enviados por email. El éxito de la fotografía parece devenir en su propia devaluación.

¿Entonces qué es lo que, todavía, hace que una fotografía nos conmueva, nos emocione o al menos nos guste y nos llame la atención?

Cierto es que incluso ojos no entrenados perciben y valoran algunos aspectos técnicos de la imagen, como su nivel de detalle (profundidad de campo), la nitidez (enfoque), el bokeh (desenfoque posterior), la composición (número y localización de los puntos de interés), la iluminación o la riqueza cromática, entre otros.

Pero no nos engañemos, mal que nos pese, el verdadero valor atribuido a una fotografía, más aún si es de naturaleza, está en dos fenómenos que poco tienen que ver con nuestro arte:

– La belleza de la localización, especialmente si es exótica y lejana a nuestro lugar/país de residencia

– El mérito humano de estar en el momento apropiado en el lugar apropiado, esto es, informarse exhaustivamente con anterioridad (ser buen “investigador”), viajar lejos (tener dinero disponible), elegir la estación del año, el día, el clima  e incluso la hora apropiada (disponer de un montón de tiempo libre), editar la imagen con profesionalidad (ser buen informático) y, finalmente, promocionarla y difundirla lo más posible (ser un buen “vendedor”).

A esas destrezas se podrían suman aún otras que tampoco tienen nada que ver con el arte, desde nuestros estudios o situación profesional (ej: un biólogo tendrás más facilidades para conocer, encontrar y preveer muchos pequeños acontecimientos naturales, más aún si trabaja en ello) hasta nuestra forma física o nuestras habilidades deportivas: si escalas, buceas o vuelas en ultraligero tendrás muchas más posibilidades de acceder a lugares y perspectivas imposibles de otro modo. Tantas como te puede proporcionar tu edad o tu situación familiar.

No son pocas las ocasiones en las que al ver una foto estamos pensando más en la forma en que se logró hacer (en el cansancio, frío, incomodidad o peligro que tuvo que sufrir el fotógrafo) que en la foto en sí. Como en el circo, que hacía más gracia si el trapecista no tenía red debajo.

Antes de que todos mis compañeros se me echen encima defendiendo el arte y la creatividad que, por encima de todo, son la garantía de una fotografía de calidad, reconoceré que, efectivamente, estoy convencido de que un buen fotógrafo es capaz de obtener mejores imágenes con una cámara mediocre en un basurero al lado de su casa que otro no tan bueno. En el fondo, yo también creo que ese buen fotógrafo ve (y preve y postve) fotos donde otros no las ven. Pero una cosa no quita la otra.

Datos técnicos: Fotografía realizada con zapatos mientras me tomaba un chocolate, desde una cafetería del Observatorio donde te deja el tren. Glaciar de Jungfrauhoch, Bernese Oberland, Suiza

 

Esta entrada fue publicada en Reflexiones, Sin categoría. Guarda el enlace permanente.

3 respuestas a Al César lo que es del César …

  1. Urtzi Vera dijo:

    Aupa Oscar!!
    Eso último es ironía o es cierto?? ;º) Cómo cambia la percepción pensando si será lo uno o lo otro…

    Bueno soy de los que prefieren pensar que el que está detrás de la cámara pone más que lo que está delante. Aunque está claro que sin motivo no hay foto, claro.

    Muy buena la reflexión, Oscar. Y la foto preciosa.
    Un saludo,

    Urtzi Vera

  2. Luis Martínez Aniesa dijo:

    Me parece interesante el artículo, y rematado con humor: Fotografía realizada con zapatos …
    Pero no estoy de acuerdo en llamar informático al fotógrafo que realiza la postproducción de su trabajo en ordenador. Un contable sigue siendo un contable si realiza la contabilidad de la empresa en un ordenador, y a él no se le llama informático. Y sin embargo al fotógrafo sí.
    Creo que sería interesante investigar cuál es la razón por lo que tántos fotógrafos llaman a algunos compañeros suyos informáticos, si nunca llamaron químicos a los que trabajaban en el cuarto oscuro.

  3. Oscar,
    aunque no te falte mucha razón en tu argumentación, lo que dices es lo que casi siempre nos dicen familiares y amigos cuando ven una foto «lejana»: ¡ qué suerte haber ido allí !, o ¡qué suerte con la luz! , nosotros debemos pelar por demostrar que no siempre es así. Por ejemplo, casi todas las fotos mías del libro de PN están cerca de mi casa, a pesar de que yo presenté fotos hechas a miles de kilómetros. Una cosa no quita la otra.
    Enhorabuena, Oscar, por tu reflexión.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *