Los fotógrafos siempre estamos preocupados del equipo que utilizamos. Qué cámara tiene el mejor sensor, qué objetivo es el más luminoso y nítido, y por supuesto, la guerra de los megapíxeles.
Este verano estaba de vacaciones en Azores, desde hace años quería bucear con Mantas Rayas, y en la isla de Santa María hay una población estacional que durante los meses estivales habita a pocas millas de la costa. Cuando llegamos al punto de inmersión en el bajo de San Ambrosio, y en medio del océano, todavía había un grupo de buceadores que estaban terminando su inmersión. El buceo está muy regulado y solo puede haber un grupo debajo del agua cada hora, pero como las Mantas muchas veces vuelan a poca profundidad, se puede aprovechar para hacer un poco de snorkel mientras esperas tu turno, a ver si suena la flauta y un grupo pasa cerca de tu posición. Me tiré rápido al agua porque estaba un poco mareado y me agarré al cabo que salía de la lancha rápida en la que fuimos. Estos nómadas del mar, aprovechan para comer las fuertes corrientes del océano, abren sus enormes bocas y filtran el plancton como hacen las ballenas, así que, como imaginaréis, en su casa encontramos una fuerte corriente que nos arrastraba y un oleaje que nos zarandeaba. Después de unos 10 minutos de vaivén y meneos agarrados al cabo, una compañera que se había separado de la barca se puso a gritar como loca. Un grupo de más de treinta Rayas nadaban a escasos 40 metros del cabo. Sin dudarlo me fui nadando para allá, la cámara grande con la carcasa se había quedado en el bote pero llevaba una pequeña Go Pro metida en el pecho del neopreno. Cuando llegué el espectáculo era impresionante, el grupo era enorme y nadaba a escasos 5 metros de la superficie. Estuvimos unos minutos con ellas, buceando lo que nos permitían nuestros pulmones cada vez más apurados por el cansancio físico. Cuando por fin nos dejaron atrás, me di cuenta que estábamos bastante lejos de la lancha y a contra corriente. Llegar me supuso un fuerte esfuerzo, nadando a croll y con ayuda de las aletas. Al subir a la barca, vi a la chica que nos había avisado quitándose unas aletas enormes tranquilamente, al poco me enteré que era la campeona de Free Dive de Brasil, ¡la reina sirena en persona!, eso explicaba su soltura en ese ambiente tan hostil. Mientras recuperaba el aliento me arrepentía de no haber tenido conmigo la cámara reflex para haber hecho mejores fotos, con más profundidad de color y en Raw, pero segundos después, me planteaba si hubiera sido capaz de volver a la barca cargado con la carcasa, sin poder nadar libremente. Las fotos y los vídeos que saqué no tienen la calidad que podría haber conseguido con la réflex, pero no sé si me hubiera atrevido a ir a esa distancia de la lancha cargado con ella, así que mejor eso que nada.
La conclusión es que quizá no hay que preocuparse tanto por el equipo que tenemos, hay que sacar el mayor partido al material del que disponemos en un momento dado y del que somos capaces de cargar. La mejor cámara es la que tenemos con nosotros, aunque algunas veces sea un simple móvil.
Bonita fábula Roberto. Tienes toda la razón.
La foto es preciosa y una experiencia bonita.
Es una imagen excelente y la historia muy interesante ! Gracias Roberto !
Estoy de acuerdo con todo lo que comentas Roberto. Lo importante es el «ojo del fotógrafo» y el saber estar en el momento y el lugar adecuados. El material es una simple herramienta.
Gracias por compartir tu historia personal!
Totalmente de acuerdo Roberto…el ifn no justifica los medios.