A veces las ganas de conseguir una buena imagen nos hacen olvidar el motivo por el que salimos a fotografiar la naturaleza, especialmente cuando estamos en un lugar nuevo y por un tiempo limitado. Vamos de un lado a otro mirando únicamente a través de la cámara como el que va al concierto de su ídolo y en lugar de disfrutarlo se concentra en grabarlo con el móvil.
Desde hace unos años, siempre que he podido, salgo de viaje con el equipo fotográfico durante unas pocas semanas. Alguna vez, después de días sin hacer una foto interesante, me he parado al lado de la carretera a mirar, y después de un rato he descubierto cosas muy interesantes mientras coches y autobuses paraban y se iban.
Durante un viaje en California, un día me crucé con un fotografo que me aconsejó la hora y el lugar preciso para hacer una foto igualita a una muy famosa de Ansel Adams, cuando «el sol asoma al borde de un acantilado justo encima de la cascada». Algo como fichar en la oficina a las 8 de la mañana y a las 9 dejar el informe en la mesa del jefe, el viaje fotográfico como lista de tareas a completar.
Unos días más tarde, ya al final del mismo viaje, un atardecer estuve fotografiando la costa. La escena era impresionante, y como suele ocurrir en muchos lugares de Estados Unidos, me acompañaban tres o cuatro fotógrafos más. Cuando la luz dejó de ser interesante se fueron casi todos. Yo creo que se perdieron lo mejor de la jornada y lo mejor de ser fotógrafo de naturaleza: guardar la cámara y quedarse un rato más.
Me ha gustado una barbaridad tu reflexion!!!
Un abrazo
Luis llavori