Aquellas maravillosas cámaras.

Aquella semana leía unas entradas en los blogs de los compañeros Jep y Urtzi, y una puerta se abría en mi cabeza, para vislumbrar un recuerdo.

De vuelta a la realidad, abría esta vez la puerta de casa, tras cruzar el pasillo, llegaba al salón y mi mirada recorría una estantería  deteniéndose al final de ésta. Allí estaba, podía incluso notar como si me mirara, podía notar incluso su malestar conmigo, porque ya no la sacaba a respirar por los húmedos campos de la primavera, porque ya no pasaban las luces de un amanecer a través de ella y porque no pasaba frio, calor o humedad.  Podía notar hasta su soledad, porque ya no tenía un compañero junto a ella, que le guiaba la luz, en su lugar una negra tapa ocupaba ese espacio, y me trasladaba una imagen de un objeto mutilado.

Pero aun así, ahí seguía en la estantería, esperando que llegase el día de volver a oír la risa de su obturador, mi primera cámara réflex digital.

En la estantería no está sola, muchas cámaras “analógicas” del siglo pasado le acompañan, y ella, la primera de este siglo, espera al final de la fila. Probablemente para un coleccionista de cámaras, las más antiguas, las fotoquímicas, tenga mucho más valor material, pero para mí, ella es la que tiene el mayor valor sentimental.

Miro hacia atrás y recuerdo aquellos primeros años de la era digital en fotografía. Por aquel entonces todavía me encontraba escaneando “velvias” y “sensias”, y una vez digitalizado iba avanzando en los conocimientos de la fotografía digital. No fue hasta que los modelos de cámaras digitales réflex se abarataron considerablemente y su resolución y calidad empieza a competir con las emulsiones, cuando me plantee dar  el salto. Y fue entonces  cuando me hice con un cuerpo réflex digital, la mítica Canon 10D.

Nunca me he desecho de ella, han pasado más modelos por mis manos, pero ella sigue ahí, hay un gran sentimiento de apego hacia ella.

Intento ahora racionalizar de donde viene este sentimiento. Quizás la parte subjetiva, venga de que fue un objeto de deseo y una vez  ya conmigo están asociados a ella grandes momentos fotográficos y vitales.

En la parte objetiva, sin duda el apego viene a que con ella progrese exponencialmente en la técnica fotográfica, con ella he conseguido  imágenes que me han dado muchas satisfacciones, imágenes que hoy en día se siguen publicando en libros y revistas, con ella viaje muchísimo e hice gran parte del archivo fotográfico, que a día de hoy sigue vigente. Siendo materiales, es sin duda una las partes de mi equipo fotográfico mas rentabilizado.

Pero hay algo mágico en ella, que me cuesta explicar.  Muchas de aquellas imágenes, no he podido volver a repetirlas. No sé porque, pero sucede. Las imágenes de ahora no son las mismas, se le parecen, pero muchas no tienen ese “algo” que tenían las que hacía con ella. Puede ser que en el camino, haya perdido la frescura, que ya no me enfrente a un escenario con la visión inocente de un niño, con esa ilusión primigenia de lo que tienes delante y de la satisfacción de haberlo captado. Puede ser, que lo de ahora simplemente sea una repetición de lo que ya hice con ella, y que por eso valoro mas aquellas imágenes que las actuales.

Pero también, hay algo en las características de la imagen, en sus colores, su contraste y sus tonos, que no he podido reproducir. Muchos dirán que la riqueza tonal de las imágenes de las cámaras actuales superan a las de aquellos años, y están en lo cierto, pero yo no he podido volver a reproducir los verdes del musgo y las hojas de un bosque de primavera con una cámara actual de cómo lo hacía con aquel modelo. No sé a qué se debe, si a la conjunción del archivo con el software de conversión RAW, en aquellos años, de controles muy primitivos, o a lo sugestionado que me tiene esta vieja cámara.

Me despido de ella con la promesa de que un día, y siempre, un día, la volveré a pasear. La miro por última vez y me fijo en su pantalla LCD, donde veía, si nos llevamos a casa aquel día un trozo de magia de la naturaleza, una pantalla que ahora se me antoja minúscula, un poco más grande que la esfera de mi reloj, y que curiosamente en aquellos años me parecía enorme, tan enorme como las actuales, que parecen LCD de móviles de última generación.

Sin duda, cuando todo lo ves con la mirada inocente e ilusionante de un niño, todo te parece grande y maravilloso.

                                                                                                                                                                             Raúl Esteban.

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4 respuestas a Aquellas maravillosas cámaras.

  1. antonio real dijo:

    Hablando de cámaras, cuando hace unos meses me robaron en casa, una de las cosas que más me dolió fué la desaparición de mis cámaras analógicas que conservo de recuerdo por tantos y tantos maravillosos momentos que he disfrutado con ellas. Al recuperarlas, porque pillaron a los ladrones, de verdad que sentí una sensación dificil de explicar porque con ellas he recuperado mucho más que unas cámaras de fotos.
    Gracias Raúl.

  2. Rafael Rojas dijo:

    Gran articulo Raúl!
    La verdad, gran parte de lo que comentas me recuerda porqué sigo utilizando la película para la mayor parte de mis fotografías…

    No puedo evitar lanzar el grito de que la película no está muerta aún! Muchos somos los que la usamos aún cada día, a veces codo a codo con las últimas cámaras digitales, a veces de manera exclusiva. Este fin de semana por ejemplo, la Nikon D3x se quedó en casa, y allá que me fuí con la 617 y montones de rollos de film. Como siempre, traje poco, pero bueno. O eso espero, porque pasaran unas semanas hasta que lo sepa. No hay nada como la ausencia inmediata de feedback en este mundo actual de velocidad, información instantánea y prisas…

    Un saludo!!

    rafael rojas

  3. Luis dijo:

    Hola Raul, ha sido un placer leer tu comentario destilando tanto sentimiento !
    Creo que todos nosotros podemos sentirnos identificados en parte…
    Felicitaciones por tán bello articulo, Luis

  4. Urtzi Vera dijo:

    Kaixo Raul!!
    Aaaiiihh…cuánta razón. A mi la K10 a veces me sigue mirando con ojito de pena… ;º)

    Al final, la física, la luz, siguen siendo las que eran y se comportan como siempre. Por mucho que cambie y avance la tecnología. Creo que lo que se gana por un lado (sensibilidad, rango dinámico, resolución…) se hace a costa de perder por otro. Pero seguramente es lo que demanda el gran mercado.

    Ya son unas cuantas, demasiadas ;º), las veces que me han dicho que mis fotos con la Pentax gustaban más, «esos verdes» me dicen… ¿casualidad?

    Mejor lo dejamos ahí.

    Muy buena reflexión. Un abrazo,

    Agur!!

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