Cuando escucho conversaciones enfervorizadas sobre material fotográfico, aspectos técnicos o dinámicas de trabajo para el procesado de las imágenes, conversaciones que por otra parte todos hemos mantenido apasionadamente y sin las cuales nuestro proceso de aprendizaje poco hubiese avanzado, no puedo por menos que sonreír para mis adentros con cierta ternura.
Si hoy me preguntan cuál es el proceso, la cámara u objetivo que escogería para garantizar los mejores resultados fotográficos, no albergo dudas. El equipo, las herramientas informáticas, las técnicas de campo, etc. son fundamentales pues asientan el colchón de trabajo sobre el que poder construir imágenes con la calidad técnica necesaria. No obstante, he aprendido que la mejor de las herramientas sobre la que debemos invertir nuestro esfuerzo es cultivar nuestra propia mirada.
Como si de un músculo se tratase, gracias al trabajo de campo, el proceso basado en la prueba, acierto y error o porqué no, la revisión del trabajo de los muchos y variados fotógrafos de calidad, nos permiten fortalecer ese “músculo” que es nuestra mirada, y avanzar paso a paso en ver más allá de lo evidente, descubrir nuevas percepciones de lo cotidiano y en definitiva, poder llegar a percibir aquello que antaño se nos antojaba inexistente y pasaba desapercibido a nuestra mirada.
Creo humildemente que ese, y no otro, debería ser el camino de maduración, y esa, nuestra mirada, la mejor herramienta posible sobre la que trabajar en el.
Excelente reflexión, Juan. Sin duda hemos pasado demasiado tiempo aprendiendo técnica y hemos olvidado cultivar nuestra visión admirando trabajos de grandes autores en libros, exposiciones, webs…